Apego y relaciones de pareja; gay studies.

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El apego representa hoy en día una teoría y un ámbito de investigación muy importante en la psicología clínica.

El primer científico en profundizar este tema fue John Bowlby (1907-1990). Gracias a sus investigaciones sobre los niños que vivían en los orfanatos y sus patologías, el autor llegó a definir el apego como “la necesidad de percibir la cercanía y el contacto con un adulto de referencia”.

Sin embargo, esta cercanía y este contacto no son exclusivamente táctiles: podemos hablar de un “apego seguro” cuando un cuidador sabe ver y entender las necesidades del niño y satisfacerlas gracias a una presencia equilibrada y constante. Cuando el niño siente esa estabilidad física, psicológica y emocional, puede interiorizar una “base segura” y desarrollar una correcta visión de sí y de sus límites.

 

Diferentes estilos de apego y relaciones de pareja; gay studies.

Imaginemos un primer ejemplo. Un niño vuelve a casa desesperado: saliendo de la escuela se cayó al suelo y ahora tiene los pantalones rotos y manchados de sangre. Un padre suficientemente bueno sabe que ese niño necesita calmarse y entender que son cosas que pueden ocurrir. En primer lugar desinfecta la herida, y en segundo lugar coge al niño en brazo para decirle que no pasa nada. “La próxima vez será suficiente prestar un poco de atención”, le dice. El niño aprende a cuidarse tanto a nivel físico como a nivel emocional. “No es nada”, piensa. Si le volviese a ocurrir, recuperará estas informaciones en el momento oportuno. Podría incluso llegar a desinfectarse él mismo y a quedarse sentado tranquilo para no dejarse llevar por el miedo.

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Otros ejemplos.

Un segundo ejemplo. Otro niño vuelve a casa pero se encuentra con una situación del todo distinta. El padre no está, ya que trabaja fuera todo el día hasta tarde. Y la madre está: pero ha hecho el turno de noche y está agotada: mira la tele con cara apagada. El niño sigue llorando, y ella sin mirarle dice: “No es nada cariño”. El niño se queda allí solo, sin saber qué hacer. Nadie le está enseñando a cuidarse ni fisicamente ni emocionalmente. Lo que está aprendiendo ese niño es que tiene que buscarse la vida por su cuenta, y que sus necesidades no valen para nada. Deja de llorar y se va a su habitación.

 

Imaginemos un tercer ejemplo. Otro niño vuelve a casa en las mismas condiciones, pero en este caso se encuentra con una reacción excesivamente dramática. “Mira lo que le han hecho”, grita el padre a la madre. “Tienes que estar atento, ¿dónde tenías la cabeza? Mira los pantalones nuevos… ¿qué vamos a hacer ahora?” El niño tiene una sobrecarga de emociones. En lugar de estabilizarse, llora aún más. Ese niño está aprendiendo que el mundo es un lugar peligroso, y que si no está atento podría pasarle de todo. Le están enseñando a tener miedo; y con el miedo, le están enseñando que antes o después ocurrirá algo horrible.

 

Apego seguro, apego distanciante y apego preocupado

Estos ejemplos nos dan una idea de diferentes patrones que repitiéndose en el día a día pueden llevar a tres estilos diferentes de apego: apego seguro, apego distanciante y apego preocupado. En el primer caso el niño aprende a manejar sus emociones y sus necesidades de manera segura. Pero en el segundo, el niño aprende a desconectarlas o a minimizarlas. Y en el tercero, se viven de una manera demasiado intensa y por lo tanto se evitan.

 

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Algunos estudios parecen confirmar un vínculo importante entre estilo de apego aprendido y nivel de satisfacción en las relaciones de pareja (Rivera, Cruz y Muñoz, 2011; Feene y Noller, 2001).

Las personas que aprendieron un apego seguro han aprendido a comunicar mejor las propias necesidades y entender las de sus parejas. A la hora de empezar una relación tendrían buena confianza en sí mismas y poca probabilidad de caer en dinámicas de dependencia.

Sin embargo, las personas con apego distanciante manifestarían dificultades a la hora de vivir tranquilamente las emociones y los afectos. Podrían pasar de una persona a otra sin sentirse comprometidas, o agobiarse a la hora de formalizar una relación. Podrían dejarlo en seguida o tener enormes dificultades a la hora de enamorarse.

Finalmente, las personas con apego preocupado serían las más sujetas a las dinámicas de dependencia, viviendo cada amago de relación con un exceso de ansiedad. Podrían sentirse muy inseguras, o plantearse en cada momento la posibilidad de que su pareja las deje, prefiriendo estar con otra persona. Podrían desarrollar celos obsesivos y conductas de control como mirar el móvil o el ordenador del otro.

 

El apego desorganizado

Todavía no hemos considerado el patrón clinicamente más grave: el apego desorganizado.

Una persona lo aprende cuando vive en una situación de entorno familiar con carencias graves. Las figuras adultas de referencia que deberían darle apoyo y estabilidad se han convertido en el peor objeto de sus miedos. Estamos hablando de situaciones de maltrato (psicológico, verbal o físico) y de abuso sexual.

Totalmente privado de puntos de referencia y de seguridad, el niño no consigue aprender una estructura de defensa psicológica. De aquí el nombre de este patrón.

Expuesto a situaciones estresantes, y sin la mínima capacidad de afrontar tal carga de estrés, ese niño podría desarrollar en su etapa adulta trastornos psicológicos muy importantes y alteraciones muy grandes en la manera de percibirse a sí mismo y a los demás.

Estas situaciones clínicas son más frecuentes de lo que uno podría imaginar.

Muy a menudo están bien ocultas. Realidades domesticas de violencia que todo el mundo ignora.