adicción al sexo

La adicción al sexo: vida de P.

 

Quien conozca a P. podría describirlo como un hombre joven, respetable y con un trabajo fijo. Algunos podrían añadir que es homosexual y que está soltero. Se enamora muy a menudo pero en unos días las cosas cambian y todo parece complicarse demasiado. Amagos de relación que nunca llegan a ningún lado. “Lo siento, igual no estoy preparado para algo serio”. “Disculpa, igual no me gustas de verdad”.

P. tiene muchos amigos para salir de fiesta, pero muy a menudo se siente solo. Esas personas que se ríen tanto de sus chistes y de sus aventuras no lo saben.

Nadie sabe por ejemplo que desde hace un año P. se despierta todas las mañanas en un estado fisiológico muy peculiar. Una euforia muy especifica. Su primer pensamiento es el sexo. Mientras que se prepara una taza de café, comprueba en su smartphone si alguien lo ha buscado. Accede a grindr, scruff y a otras aplicaciones que le permiten ver cuántos chicos homosexuales y bisexuales están conectados en ese momento y a cuántos metros de su casa se encuentran.

Mientras que acaba rápidamente el desayuno, P. enciende el portátil y mira su perfil en una web dedicada a encuentros sexuales. Alguien le escribió: lee la descripción del hombre y mira las fotografías en anexo. Abdominales, piernas, brazos y mucho más. Incluso se puede ver algo de la cara.

P. llega al trabajo con un retraso de 10 minutos y se da prisa para irse media hora antes. En el despacho, los compañeros empiezan a mirarlo de manera distinta, pero él no se entera. Ha quedado con ese chico que le escribió aquella mañana. Esperándolo en un bar, P. siente nuevamente aquella sensación de excitación que había experimentado al despertarse. El hombre llega, y le guiña un ojo. El juego empieza.

 

La fantasía sexual

 

P. no sabría decir exactamente qué le gusta de esta continua búsqueda de cuerpos. Sin embargo, el orgasmo no es su momento preferido. Si le interesara de verdad ese instante de intenso placer físico, los encuentros no serían tan breves e incómodos, ni tendrían lugar en sitios tan complicados. P. podría tal vez admitir que lo excitante es encontrarse en una situación equívoca y morbosa. El peligro de que alguien te pille. La idea de que puedes entregarte al instinto. La fantasía de la seducción. El poder de sentir que estás haciendo lo que quieres sin tantos rodeos ni tantas complicaciones.

Lo que P. no sabe es que la situación empieza a representar un problema. No puede admitir que ha pasado todo el fin de semana en la extenuante búsqueda de perfiles. No puede admitir haber olvidado los nombres de las personas que conoció en los últimos cuatro días. No puede admitirse a sí mismo no tener tiempo para salir con los amigos y no haber llamado a su familia en las últimas tres semanas.

P. ya no consigue controlarse: mira el reloj y se sorprende pensando que durante tres horas no hizo otra cosa que mirar la pantalla de su móvil. El mundo fuera de la ventana sigue dando vueltas, y él se queda parado allí, en su habitación o tumbado en su cama. Cada vez se repite a sí mismo que solo serán otros tres minutos, u otros tres perfiles.

 

La adicción al sexo: datos y creencias

 

P. no sabe que muchas otras personas se encuentran en su situación; muy probablemente se sorprendería escuchando que en los Estados Unidos el 10% de los hombres homosexuales sufre de una adicción al sexo. Podría ser complicado para él comprender que este problema, como muchos otros, se presenta con más frecuencia en la comunidad gay por razones sociales y culturales. Sin embargo, P. podría contar lo difícil que fue crecer en una ciudad pequeña o cómo fue de complicado salir del armario después de treinta años de relaciones escondidas y mentiras.

Sin duda, P. podría explicarse su búsqueda de sexo con la creencia de que los hombres tienen un instinto más fuerte, para ellos es algo natural, o de que las relaciones homosexuales son inestables. Muy probablemente, en seguida se daría cuenta de que está mintiéndose a sí mismo, y de que su incontrolable búsqueda de sexual ya no tiene nada , siendo una obsesión.

P. se sorprendería pensando que el problema puede tener tanto en común con el alcoholismo o con la drogadicción. Un alcohólico no bebe por el placer de un buen vaso de vino: bebe para acceder a un estado de alteración física y psicológica. Una persona adicta al sexo no busca el placer de la experiencia sexual: usa la búsqueda del placer, del peligro y del morbo para acceder a un estado de alteración física y psicológica.

 

Detrás del sexo, las mentiras

 

Lo que hace P., sin darse cuenta, es mentir. Miente a sus amigos para justificar su nuevo retraso. Miente en su trabajo para justificar una falta de atención. Miente a su compañero ocasional diciéndole que le volverá a escribir.

Se miente a sí mismo cuando piensa que puede controlar lo que está pasando. Este estado de alteración física y psicológica ya ocupa el 90% de sus pensamientos y de su tiempo, impidiéndole vivir su sexualidad libremente. Lo convierte en una persona incapaz de afrontar sus problemas, en una persona cada vez más sola.